Los partidos de izquierdas. Desde mediados de los 60, a la oposición protagonizada por los movimientos sociales se une la reorganización de los partidos políticos, especialmente del PCE dirigido por Santiago Carrillo, el más activo de todos los partidos en la organización del antifranquismo, sobre todo a través del movimiento estudiantil y sindical (CCOO). El comunismo, impulsor de la actuación de los maquis en los años 40, había evolucionado hacia el apoyo a los movimientos sociales del interior (Iglesia, Universidad, sindicatos como CCOO, creado en 1962), impulsando la política de “reconciliación nacional”, es decir, la superación de las diferencias de la Guerra Civil como base para la implantación de un sistema democrático. En este sentido, en 1974 había creado la Junta Democrática para agrupar a toda la oposición, integrándose en ella CCOO, el Partido del Trabajo de España o el Partido Socialista Popular; aunque también formaron parte de ella grupos aparentemente muy distantes, como el Partido Carlista, además de varios intelectuales y asociaciones profesionales.
El PSOE, se encontraba dividido entre la línea seguida por los líderes históricos en el exilio, muy alejados de la realidad del país y estancados en la memoria republicana, y los jóvenes del interior, dirigidos por Felipe González y Alfonso Guerra, que acabaron imponiéndose tras el Congreso de Suresmes (1974). En 1975 habían impulsado la Plataforma de Convergencia Democrática,que integraba también a los democristianos de Ruíz-Giménez (Izquierda Democrática), la Democracia Cristiana, la Organización Revolucionaria de Trabajadores y el Movimiento Comunista.
En la izquierda existían otros partidos, más radicales, de tendencia maoísta o trotskista, como la Organización Revolucionaria de Trabajadores (OTR), el Movimiento Comunista, La Liga Comunista Revolucionaria, el Partido del Trabajo de España, etc. Además de grupos terroristas como el Frente Revolucionario Antifascista y Patriota (FRAP) y el Grupo de Resistencia Antifascista Primero de Octubre (GRAPO).
Los sectores de centro-derecha. Los socialdemócratas de Ruiz Giménez (impulsor de la publicación Cuadernos para el diálogo ) y los democristianos de Gil Robles tenían un escaso seguimiento, pero, junto con los socialistas, serían los protagonistas del Congreso de Munich de 1962, invitados por los políticos europeos que mostraban de este modo su apoyo a la democratización de España. Demandaban, como requisito indispensable para la adhesión española a la Comunidad Europea, la instauración de un régimen democrático, garante de los derechos humanos, las libertades políticas y el reconocimiento de las peculiaridades regionales. Desde el franquismo se condenó ácidamente la reunión, que fue conocida como el “contubernio de Munich”, encarcelando a cuantos habían acudido desde España al mismo.
El nacionalismo. El exacerbado centralismo franquista, que prohibió las manifestaciones culturales de las regiones con identidad propia, empezando por las lenguas distintas al castellano, llevaría al resurgimiento de los movimientos nacionalistas como respuestas de oposición al régimen. En Cataluña la oposición se organizó entorno al nacionalismo liderado por Jordi Pujol, fundador de Convergencia Democrática, y se une para formar en 1971 la Asamblea de Cataluña. El País Vasco vive un proceso de recuperación del sabinismo, surgiendo ETA de entre las juventudes del PNV en 1959; desde finales de los 60 se inclinarán por la lucha armada
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