Tras la Guerra Civil, España se encontraba económica y socialmente destrozada. La paz, fruto de la victoria militar sobre el adversario y no de una negociación, permitió a los vencedores imponer sus condiciones. El nuevo régimen, que emprendió una feroz represión contra sus opositores, se dispuso a implantar un nuevo sistema político, ideológico y social de raíz fascista, basado en el poder personal de Franco.
1. Un Estado totalitario
Los principios políticos del franquismo se basaban en la concentración de todos los poderes, políticos y militares, en Franco: Jefe del Estado, Jefe de Gobierno, Jefe del Movimiento y generalísimo de los Ejércitos. Aunque este era el fundamento real del régimen, se acompañó de un aparato ideológico que tendría como rasgos más reseñables su anticomunismo (identificando con comunismo cualquier disidencia política, culpable de todos los males de España, y de origen extranjero); el catolicismo (que otorgó un gran poder a la Iglesia a cambio de la legitimidad que ésta aportó al régimen y que llevó a que la moral católica impregnase toda la vida de los españoles de la época); y tradicionalismo, entendido como vuelta a la esencia de lo español, que tenía su mejor expresión en la España Imperial y la de los Reyes Católicos, cuyos signos se adoptaron y cuya historia era continuamente ensalzada, modelo de gloria y unidad para la patria, mientras que la España contemporánea, con el triunfo del liberalismo, solo era un despropósito de errores a olvidar.
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