(…) cientos de tribunales militares trabajan a destajo en
consejos de guerra sumarísimos, en los que cada caso queda visto para sentencia
en menos de media hora. En uno de los numerosos procesos colectivos, se juzga a
dieciocho reclusos acusados de diversos delitos. El más joven es Ernesto
Sempere, de diecisiete años, denunciado
por compañeros de instituto por republicano y por dibujar chistes
antifascistas durante la guerra, cuando tenía quince años. La fiscalía lo acusa
de «utilizar la caricatura para denostar nuestro Glorioso Movimiento y exaltar
la causa roja». El abogado defensor, que actúa de oficio en la pantomima, se
dirige al juez:
—Señoría, aquí tiene a dieciocho rojos. Hay dieciséis que
tienen las manos manchadas de sangre y merecen ser condenados a muerte, y dos
jovencitos que tienen pequeñas salpicaduras.
Con abogados defensores así, no necesita uno fiscales.
Las pequeñas salpicaduras le suponen a Ernesto una condena de
veinte años y un día de prisión, por un delito de adhesión a la rebelión.
El jefe de la oficina jurídica del Caudillo, Lorenzo
Martínez Fuset, le presenta diariamente a Franco, a la hora de la sobremesa, mientras
toma café con la familia, las listas de los condenados a muerte.
Juan eslava Galán. Los años del miedo (2008, Editorial Planeta)
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