Al hilo del debate, podemos preguntarnos ¿realmente hemos avanzado tanto con respecto a nuestros bisabuelos? Vamos a verlo, perdón, leerlo (vale, ya sé que leer es mucho trabajo, al menos para algunas mentes especialmente inteligentes…., ja,ja, es broma)
¡Muy importante: fijaos en las fechas!:
“El organismo del hombre está hecho expresamente para trabajar físicamente. Nadie puede negar que el hombre es más apto para la creación mental. Generalmente en la mujer el sentimiento predomina por encima del pensamiento. Tiene una sensibilidad muy aguda, pero le falta fuerza creadora. (...)
La mujer no ha de perder nunca su feminidad, ni nunca ha de soñar igualarse con el hombre ¿Sería más respetada si participara de las responsabilidades del gobierno? Creemos que no. (…) Si los hombres afeminados hacen reír, también provocan risa las mujeres a quienes les estorban las faldas”.
J. CIVERA I SORMANÍ. El veritable feminismo. Catalunya Social.1930, pp. 51-52
El problema feminista
Fácilmente puede observarse que, por regla general, el hombre es capaz de dar, en la gran mayoría de los trabajos, un rendimiento más alto que la mujer. Ésta, ordinariamente, se entrega al trabajo con un ánimo notablemente inferior al de aquél, y así se explica que, cuando se dedican a oficios manuales, las mujeres tengan por costumbre desempeñar aquellos en los que no es necesario un gran esfuerzo muscular, pues serían pocas las que resistirían determinados trabajos muy pesados que realizan normalmente los hombres. De forma parecida, cuando se trata de trabajos intelectuales, la mujer suele desempeñar bien aquellos en los que no es preciso que se haga un gran esfuerzo mental; pero, en cualquier clase de trabajos intensos a los que además de los hombres se dedican las mujeres, se ha podido observar que éstas suelen cansarse más pronto y acostumbran a dar un rendimiento inferior al de aquéllos. (...)
FRANCESC TUSQUETS. El problema feminista.Imp. Elzeviriana i Llibreria Camí, 1931, pp. 74-85
La mujer y la política españolas
La fuerza física de las mujeres es inferior a la de los hombres, pero en los oficios manuales no predomina siempre el vigor máximo. La ciencia procura que se aminore cada vez más el gasto físico de los seres racionales, suplido por la máquina. ¡Cuantas veces se alega contra las reclamaciones femeninas su menor resistencia física! Pero ¿es que en la vida no se llama fuerza más que a la bruta?
JOSÉ FRANCOS RODRÍGUEZ. La mujer y la política españolas. Ed. Pueyo, 1920. pp. 242-247
Finalmente, un texto para la reflexión (lo siento, es largo, ya lo sé):
Benjamin y Jane Franklin: si él hubiera nacido mujer
De los dieciséis hermanos de Benjamin Franklin, Jane es la que más se le parece en talento y fuerza de voluntad.
Pero a la edad en que Benjamin se marchó de casa para abrirse camino, Jane se casó con un talabartero pobre, que la aceptó sin dote, y diez meses después dio a luz su primer hijo. Desde entonces, durante un cuarto de siglo, Jane tuvo un hijo cada dos años. Algunos niños murieron, y cada muerte le abrió un tajo en el pecho. Los que vivieron exigieron comida, abrigo, instrucción y consuelo. Jane pasó noches en vela acunando a los que lloraban, lavó montañas de ropa, bañó montones de niños, corrió del mercado a la cocina, fregó torres de platos, enseñó abecedarios y oficios, trabajó codo a codo con su marido en el taller y atendió a los huéspedes cuyo alquiler ayudaba a llenar la olla. Jane fue esposa devota y viuda ejemplar; y cuando ya estuvieron crecidos los hijos, se hizo cargo de sus propios padres achacosos y de sus hijas solteronas y de sus nietos sin amparo.
Jane jamás conoció el placer de dejarse flotar en un lago, llevada a la deriva por un hilo de cometa, como suele hacer Benjamin a pesar de sus años. Jane nunca tuvo tiempo de pensar, ni se permitió dudar. Benjamin sigue siendo un amante fervoroso, pero Jane ignora que el sexo puede producir algo más que hijos.
Benjamin, fundador de una nación de inventores, es un gran hombre de todos los tiempos. Jane es una mujer de su tiempo, igual a casi todas las mujeres de todos los tiempos, que ha cumplido su deber en esta tierra y ha expiado su parte de culpa en la maldición bíblica. Ella ha hecho lo posible por no volverse loca y ha buscado, en vano, un poco de silencio.
Su caso carecerá de interés para los historiadores.
EDUARDO GALEANO, Memorias del fuego: Las caras y las máscaras,Siglo XXI, Madrid, 1982, pp. 61-62
Pues bien, me vuelvo a preguntar ¿Las opiniones aquí recogidas difieren tanto de las que podemos escuchar hoy, 80 años después?
1 comentario:
Gema, no te quejarás ¿no? Hemos alcanzado las 7000 visitas :D
Publicar un comentario