El texto corresponde a un fragmento del llamado Manifiesto de Sandhurst, carta abierta firmada por el joven príncipe Alfonso de Borbón al cumplir 17 años, aunque redactada por Cánovas del Castillo, enviada a España desde la Escuela militar británica en la que cursaba estudios.
En el manifiesto el futuro rey ofrece a España una monarquía constitucional y un régimen liberal parlamentario.
Entiende que sólo la monarquía devolverá la necesaria paz al país, cansado de los excesos del Sexenio Revolucionario, sobre todo por lo que respecta a las clases medias y altas, quienes se han ido incorporando a la causa alfonsina defendida por Cánovas. Éste había conseguido que Isabel II abdicara a favor de su hijo, quien, por tanto, representaba a la institución monárquica y ésta, junto con las Cortes, constituyen, según se afirma en el documento, las dos instituciones tradicionales y esenciales de la historia de España. Refleja esta idea la base del pensamiento canovista, para quien la monarquía estaba por encima del devenir histórico y, por tanto, está fuera de toda discusión. Las Cortes, desde su origen medieval y en su evolución dentro del parlamentarismo, han compartido siempre con el rey la toma de decisiones, de ahí que Cánovas asuma el principio del liberalismo doctrinal: la soberanía compartida.
Finalmente, esta unión de lo “nuevo” y lo “viejo” (monarquía y liberalismo), de la tradición y la actualidad histórica, se pone de manifiesto en el documento en la defensa del catolicismo, tan tradicional en la monarquía hispánica.
Vemos enunciados en el texto los principios esenciales del régimen canovista, así llamado porque el pensamiento político del líder conservador se convirtió en el fundamento ideológico de la Restauración.
La inestabilidad política que caracterizó al Sexenio Democrático y la indefinición del gobierno de Serrano, junto con la pérdida de apoyo de las clases bajas y del incipiente movimiento obrero hacia la república, facilitaron el retorno a la monarquía. Aunque Cánovas preparaba una restauración pacífica y confirmada por las Cortes, el pronunciamiento de Martínez Campos en diciembre de 1874 precipitó los acontecimientos. Ni el gobierno ni la población opusieron resistencia y Canovas asumió la regencia hasta la llevada del Alfonso XII en enero.
El nuevo gobierno, presidido por Canovas, afrontó la búsqueda de soluciones para los problemas inmediatos: integrar en el régimen monárquico a las dos grandes corrientes del liberalismo (doctrinario y progresista), alejar de la vida política a los militares (acabar con los pronunciamientos como vía de acceso al poder) y finalizar las guerras carlista y de cuba.
El sistema político de la Restauración se basaba, además de en la Constitución de 1876, en el bipartidismo político y el turno pacífico en el ejercicio del poder. Se consiguió así eliminar el intervencionismo militar mediante pronunciamientos e integrar en el ejercicio del poder, y por tanto en el sustento del sistema, al conjunto de los liberales monárquicos, desde moderados a demócratas. Estas tendencias se agruparon en dos partidos. El Partido Liberal Conservador, presidido por Cánovas, se constituyó con moderados y unionistas; mientras que en el Partido Liberal Fusionista, bajo presidencia de Sagasta, se integraron antiguos progresistas y demócratas.
El país vivió la más larga etapa de estabilidad de su historia contemporánea y su constitución ha sido la que más años se ha mantenido en vigor hasta la fecha. Sin embargo, dicha estabilidad se basaba en la exclusión de los grupos opositores (republicanismo, nacionalismo y movimiento obrero) además de en el fraude electoral.
Para que el sistema funcionara se sacrificó la democracia. Eran los propios líderes políticos los que pactaban su alternancia en el poder y fabricaban la mayoría parlamentaria indispensable para gobernar (el “encasillado”). Esto se lograba falseando las elecciones, para lo que era necesario el concurso de los “caciques”, quienes se encargaban de que se cumplieran los resultados previstos mediante la coacción, la compra de votos o el “pucherazo”. El analfabetismo y la red de clientelismo de una sociedad rural permitieron el funcionamiento del sistema hasta principios del siglo XX.
3 comentarios:
Hola, mil felicitaciones por su página. Muchas gracias. Un saludo.
Se agradece el aporte
Me encanta
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