A mediados del s. XIX, fecha en la que se escribe este artículo, la industria siderúrgica andaluza, pionera en España, entra en crisis y cede su puesto a Asturias, región que, como vemos, sí disponía de carbón vegetal. No obstante, será en Vizcaya donde se consolide el sector siderúrgico en España a partir del último cuarto del siglo.
El inicio de la industrialización en España se vio alterado debido a la Guerra de Independencia y los conflictos posteriores (independencia de las colonias, guerras carlistas). Los condicionamientos naturales tampoco resultaban favorables, pues a una geografía abrupta que dificultaba las comunicaciones, se sumaba la carencia de fuentes de energía. La agricultura, poco productiva e innovadora, tampoco contribuyó al despegue industrial, ya que no suministró mano de obra sobrante ni formó un mercado debido a la bajísima capacidad de compra de una población miserable. No obstante, desde los años 30 del siglo XIX se fue desarrollando un tejido industrial en torno a los sectores textil y siderúrgico, pero pronto muy localizado en los núcleos catalán y vasco. Pese al carácter pionero de la industria andaluza, esta región se vio desplazada por los núcleos citados debido a su carencia de combustible y mercado.
El desarrollo industrial en España encontró importantes dificultades, ya mencionadas, además de la carencia de fuentes de financiación que inviertan en la industria; la pérdida de las colonias, que en otros países contribuyeron al desarrollo industrial proporcionando materias primas y un mercado para los productos manufacturados; la política proteccionista que, si bien reserva el marcado interior, no incentiva la modernización; y, finalmente, la inexistencia de un mercado al que abastecer debido al bajo poder adquisitivo de la población. Pese a todo, desde 1830 se inició un lento crecimiento industrial al amparo de la legislación liberal, siempre con retraso respecto a Europa occidental, con gran dependencia de capitales extranjeros y geográficamente muy concentrada en los lugares citados. Por su parte, en Andalucía se había creado el primer foco siderúrgico español en torno a 1830 en Sevilla y Marbella. La carestía del carbón mineral, que se importaba del Reino Unido y, por ello estaba gravado con impuestos, se traducía en unos elevados costes de producción, lo que hacía poco competitiva a esta industria.
En conclusión, la falta de combustible barato llevó al fracaso de la siderurgia andaluza, base para el desarrollo industrial. Además, la pobreza de la población campesina tampoco alentaba la producción de industrias de consumo, como la textil o las de transformación agraria.
El inicio de la industrialización en España se vio alterado debido a la Guerra de Independencia y los conflictos posteriores (independencia de las colonias, guerras carlistas). Los condicionamientos naturales tampoco resultaban favorables, pues a una geografía abrupta que dificultaba las comunicaciones, se sumaba la carencia de fuentes de energía. La agricultura, poco productiva e innovadora, tampoco contribuyó al despegue industrial, ya que no suministró mano de obra sobrante ni formó un mercado debido a la bajísima capacidad de compra de una población miserable. No obstante, desde los años 30 del siglo XIX se fue desarrollando un tejido industrial en torno a los sectores textil y siderúrgico, pero pronto muy localizado en los núcleos catalán y vasco. Pese al carácter pionero de la industria andaluza, esta región se vio desplazada por los núcleos citados debido a su carencia de combustible y mercado.
Como idea principal se argumenta que la falta de combustible abundante y barato explica el estancamiento de la industria en Andalucía. Además, se hacen otras importantes afirmaciones, como que la carencia de carbón mineral -o carbón piedra- propio tampoco puede subsanarse con la importación del mismo, pues los aranceles lo encarecen hasta el punto de resultar más barato el carbón vegetal (es decir, la leña, que tiene un poder calorífico muy inferior al coque y por ello da un peor rendimiento e impide el uso de hornos de alta combustión). Sin embargo, la supresión de dichos aranceles sobre el carbón redundaría en beneficio para los montes y bosques, que así no tendrían que ser talados para leña. Por ello mismo, y al ser los montes pasto para la ganadería y suministrar ésta estiércol a la agricultura, indirectamente se vería beneficiado el cultivo con el mantenimiento de los bosques. Finalmente, se argumenta que la única explicación a la existencia de dichos aranceles sobre la importación de carbón ha de estar en la búsqueda de marcado para la minería asturiana. En definitiva, se está abogando por la supresión de los aranceles sobre la importación de carbón para impulsar el desarrollo industrial.
El desarrollo industrial en España encontró importantes dificultades, ya mencionadas, además de la carencia de fuentes de financiación que inviertan en la industria; la pérdida de las colonias, que en otros países contribuyeron al desarrollo industrial proporcionando materias primas y un mercado para los productos manufacturados; la política proteccionista que, si bien reserva el marcado interior, no incentiva la modernización; y, finalmente, la inexistencia de un mercado al que abastecer debido al bajo poder adquisitivo de la población. Pese a todo, desde 1830 se inició un lento crecimiento industrial al amparo de la legislación liberal, siempre con retraso respecto a Europa occidental, con gran dependencia de capitales extranjeros y geográficamente muy concentrada en los lugares citados. Por su parte, en Andalucía se había creado el primer foco siderúrgico español en torno a 1830 en Sevilla y Marbella. La carestía del carbón mineral, que se importaba del Reino Unido y, por ello estaba gravado con impuestos, se traducía en unos elevados costes de producción, lo que hacía poco competitiva a esta industria.
En conclusión, la falta de combustible barato llevó al fracaso de la siderurgia andaluza, base para el desarrollo industrial. Además, la pobreza de la población campesina tampoco alentaba la producción de industrias de consumo, como la textil o las de transformación agraria.
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