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Las Bases de Manresa
En el documento se expone el programa de autonomía regional demandado por la Unión Catalanista y hecho público en marzo de 1892, durante un congreso que reunió en Manresa a los representares de las distintas asociaciones catalanistas. Como se aprecia en el pie, Lluis Doménech presidía la asamblea, de la que Prat de la Riba era secretario.
Vemos que, en un modelo muy próximo al federal, distribuyen la soberanía entre el poder central y el regional. Al primero, es decir al del Estado, correspondería determinar la política exterior, la defensa conjunta, las relaciones económicas con terceros países, la construcción de infraestructuras y la aprobación del presupuesto general, además de ejercer de árbitro entre las regiones.
Al gobierno regional, en concreto al catalán, le competen los asuntos internos. Proponen como base legal el derecho tradicional, es decir, el anterior a los Decretos de Nueva Planta (1714) por los que Cataluña perdió, a consecuencia de la Guerra de Sucesión, sus fueros. Los cargos públicos se reservan a los catalanes, entendiendo por tales a quienes habitan en Cataluña, en lo que vemos una diferencia con el nacionalismo vasco, de base racial. Las Cortes regionales, además de ejercer el poder legislativo, nombrarían a los altos cargos del ejecutivo regional y el poder judicial se ubicaría en la antigua Audiencia de Cataluña. Además, el catalán sería la única lengua oficial en la región.
En la redacción de las Bases tuvo un papel destacado Enric Prat de la Riba, líder del catalanismo y promotor de la Lliga Regionalista, constituida por la fusión de Unió Catalanista y Unió Regionalista en 1901. Partidario de participar en el sistema político de la Restauración, su grupo, promotor de un nacionalismo moderado, autonomista y no independentista, como se aprecia en el documento, y de ideología conservadora, encontró apoyo en la burguesía catalana de la que logró el apoyo político. De este modo, en Cataluña, a raíz de la pérdida de las últimas colonias, los partidos dinásticos fueron desbancados por la LLiga. Su fuerza les permitió conseguir del gobierno central la Mancomunidad de Cataluña (1914-1925), que tuvo como primer presidente a Prat de la Riba. Esta institución formada por las diputaciones provinciales, y suprimida por Primo de Rivera, fue el primer “gobierno autónomo” catalán.
El nacionalismo y regionalismo surge en España a finales del siglo XIX como reacción al modelo centralizado y uniforme creado por el Estado liberal. Basándose en las peculiaridades lingüísticas, culturales e históricas, en algunas regiones se demanda el reconocimiento de esa variedad nacional y, en algunos casos, se reivindica el autogobierno. El contexto cultural propio de la época (romanticismo), el distinto grado de industrialización de las diferentes regiones españolas y la propia crisis del 98 contribuyeron al afianzamiento de esta corriente política. En Cataluña, el desarrollo industrial había permitido la consolidación de una importante burguesía orgullosa de su patrimonio cultural. La Renaixença, movimiento literario que reivindica la lengua y cultura catalanas, contribuyó a difundir este sentimiento. La pérdida de Cuba supuso para los industriales catalanes la desaparición de un importante mercado, del que disfrutaban en exclusiva. Al hacer culpable al Estado centralizado que no ha sabido defender sus intereses, vuelcan su apoyo en el incipiente nacionalismo.