24/2/09

Programa fundacional del PSOE. Análisis

En el programa fundacional del PSOE, emitido en Madrid en 1879, encontramos, en primer lugar, una declaración de intenciones o programa máximo, que expone los principios marxistas:

  • Abolición de clases
  • Socialización de los medios de producción
  • Reclamación del poder político (dictadura del proletariado)

El programa mínimo, calificado en el texto de “medios inmediatos”, expone, sin embargo, el que se convertirá en programa reformista:

  • Mejoras laborales (reducción de jornada, derecho de huelga, regulación restrictiva del trabajo infantil)
  • Mejoras sociales (reivindicaciones educativas, jurídicas, servicio militar universal, es decir, fin de la redención económica de dicho servicio)
  • Derechos políticos (libertad de asociación, derecho de voto)

El moviendo obrero, que había adquirido fuerza y organización durante el Sexenio Democrático, pasará a la clandestinidad tras el golpe de Pavía en 1874. Su lenta reconstrucción empezará a finales de esa década, aunque hasta 1881, con la mayor permisibilidad el gobierno de Sagasta, no saldrá a la luz. Desde entonces, y sobre todo desde 1887, con la Ley de Asociaciones, el movimiento obrero español irá consolidándose alrededor de las dos tendencias ideológicas, marxista y anarquista, que habían llegado a partir de 1868.

imageEl marxismo, minoritario en nuestro país frente al claro predominio anarquista, había sido difundido por Paul Lafargue, yerno de Marx, desde su llegad a España en 1871, expulsado de Francia tras los sucesos de la Comuna. En Madrid entró en contacto con un grupo de intelectuales y de obreros especializados (tipógrafos), que fundaron en ese mismo año la Asociación del Arte de Imprimir. Su expulsión de la Federación Regional Española en el congreso de Zaragoza de 1872, controlada por los anarquistas, llevó a ese grupo a constituirse en la “Nueva Federación Madrileña”, presidida por Pablo Iglesias. Sería el núcleo del que nació el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) en 1879

imageLos planteamientos organizativos del marxismo, enfrentado a todos los partidos burgueses, incluidos los republicanos, su búsqueda del voto obrero para hacerse un hueco en el Parlamento, su alejamiento de los anarquistas, además del escaso número de obreros industriales entre el proletariado español, explican su escasa difusión en sus primeros tiempos. Sin embargo, obtendrían su primer diputado, el propio Pablo Iglesias, en 1910 como resultado de la coalición electoral republicano-socialista. El reformismo hacia el que se orientaron dio lugar a la escisión comunista en 1921.

imageAl contrario que los anarquistas, optaron por la lucha política y el moderantismo en sus reclamaciones, a la espera de que la clase obrera estuviese preparada para la revolución socialista. Su acción sindical fue canalizada a través de la Unión General de Trabajadores (UGT), creada en 1888 en el Congreso de Barcelona. Estrechamente vinculado el partido, el sindicato tuvo entre sus más destacados líderes a Julián Besteiro y a Francisco Largo Caballero, aunque su afiliación fue muy inferior a la anarquista (CNT). Encontró apoyo, además de en los obreros madrileños, entre los mineros, con núcleos socialistas en Asturias, Vizcaya y las cuencas mineras andaluzas de Riotinto y Linares-La Carolina.

16/2/09

La Restauración. Esquema de contenidos

INTRODUCCIÓN Y CARACTERÍSTICAS GENERALES
Deseo de orden tras el Sexenio Revolucionario
Restablecimiento de la monarquía y del liberalismo doctrinario
1. FUNDAMENTOS POLÍTICOS
· Origen: Pronunciamiento de Martínez Campos
· Principios ideológicos: Manifiesto de Sandhurst:
o Monarquía y Cortes (soberanía compartida)
o Liberalismo conservador
o Catolicismo
· Objetivos: restaurar la monarquía
o Incluir a todos los partidos burgueses para evitar pronunciamientos
o Someter al Ejército al poder civil
o Sofocar las insurrecciones carlista y cubana
2. BASES INSTITUCIONALES DE LA RESTAURACIÓN
2.1. La Constitución de 1876
· Forma de gobierno
· Soberanía y Papel de la Corona
· Derechos
· Relaciones Iglesia-Estado
· Org. Territorial y otros aspectos
· Vigencia y valoración (influencias, etc)
2.2. La Corona (eje del sistema)
2.3. El bipartidismo
· Partido Conservador: Líder. Ideología
· Reinado Alfonso XII (1875-1885):
o Fin guerras carlista (1876) y de Cuba (78);
o Ley electoral 1878 (sufragio censitario) y de prensa (censura)
· Partido Liberal: Líder. Ideología
· Regencia Mª Cristina (1885-1902):
o Ley de asociaciones (1887).
o Sufragio universal masculino (1890).
o Desastre del 98
3. EL FUNCIONAMIENTO DEL SISTEMA
3.1. El turno político
· Pacto del Pardo (1885). Funcionamiento del turnismo
3.2. Fraude electoral
· Encasillado y pucherazo
3.3. Caciquismo
· Funcionamiento.
CONCLUSIONES
· Régimen constitucional, no democrático. Triunfo de la burguesía conservadora. Protagonismo de la sociedad civil, pero exclusión de las fuerzas no dinásticas: republicanos, obreros y nacionalistas



Análisis de El manifiesto de Sandhurst

El texto corresponde a un fragmento del llamado Manifiesto de Sandhurst, Alfonso XII por F. Madrazocarta abierta firmada por el joven príncipe Alfonso de Borbón al cumplir 17 años, aunque redactada por Cánovas del Castillo, enviada a España desde la Escuela militar británica en la que cursaba estudios.
En el manifiesto el futuro rey ofrece a España una monarquía constitucional y un régimen liberal parlamentario.
Entiende que sólo la clip_image002monarquía devolverá la necesaria paz al país, cansado de los excesos del Sexenio Revolucionario, sobre todo por lo que respecta a las clases medias y altas, quienes se han ido incorporando a la causa alfonsina defendida por Cánovas. Éste había conseguido que Isabel II abdicara a favor de su hijo, quien, por tanto, representaba a la institución monárquica y ésta, junto con las Cortes, constituyen, según se afirma en el documento, las dos instituciones tradicionales y esenciales de la historia de España. Refleja esta idea la base del pensamiento canovista, para quien la monarquía estaba por encima del devenir histórico y, por tanto, está fuera de toda discusión. Las Cortes, desde su origen medieval y en su evolución dentro del parlamentarismo, han compartido siempre con el rey la toma de decisiones, de ahí que Cánovas asuma el principio del liberalismo doctrinal: la soberanía compartida.
Finalmente, esta unión de lo “nuevo” y lo “viejo” (monarquía y liberalismo), de la tradición y la actualidad histórica, se pone de manifiesto en el documento en la defensa del catolicismo, tan tradicional en la monarquía hispánica.
Vemos enunciados en el texto los principios esenciales del régimen canovista, así llamado porque el pensamiento político del líder conservador se convirtió en el fundamento ideológico de la Restauración.
La inestabilidad política que caracterizó al Sexenio Democrático y la indefinición del gobierno de Serrano, junto con la pérdida de apoyo de las clases bajas y del incipiente movimiento obrero hacia la república, facilitaron el retorno a la monarquía. Aunque Cánovas preparaba una restauración pacífica y confirmada por las Cortes, el pronunciamiento de Martínez Campos en diciembre de 1874 precipitó los acontecimientos. Ni el gobierno ni la población opusieron resistencia y Canovas asumió la regencia hasta la llevada del Alfonso XII en enero.
El nuevo gobierno, presidido por Canovas, afrontó la búsqueda de soluciones para los problemas inmediatos: integrar en el régimen monárquico a las dos grandes corrientes del liberalismo (doctrinario y progresista), alejar de la vida política a los militares (acabar con los pronunciamientos como vía de acceso al poder) y finalizar las guerras carlista y de cuba.
El sistema político de la Restauración se basaba, además de en la Constitución de 1876, en el bipartidismo político y el turno pacífico en el ejercicio del poder. Se consiguió así eliminar el intervencionismo militar mediante pronunciamientos e integrar en el ejercicio del poder, y por tanto en el sustento del sistema, al conjunto de los liberales monárquicos, desde moderados a demócratas. Estas tendencias se agruparon en dos partidos. El Partido Liberal Conservador, presidido por Cánovas, se constituyó con moderados y unionistas; mientras que en el Partido Liberal Fusionista, bajo presidencia de Sagasta, se integraron antiguos progresistas y demócratas.
El país vivió la más larga etapa de estabilidad de su historia clip_image002[12]contemporánea y su constitución ha sido la que más años se ha mantenido en vigor hasta la fecha. Sin embargo, dicha estabilidad se basaba en la exclusión de los grupos opositores (republicanismo, nacionalismo y movimiento obrero) además de en el fraude electoral.
Para que el sistema funcionara se sacrificó la democracia. Eran los propios líderes políticos los que pactaban su alternancia en el poder y fabricaban la mayoría parlamentaria indispensable para gobernar (el “encasillado”). clip_image002[17]Esto se lograba falseando las elecciones, para lo que era necesario el concurso de los “caciques”, quienes se encargaban de que se cumplieran los resultados previstos mediante la coacción, la compra de votos o el “pucherazo”. El analfabetismo y la red de clientelismo de una sociedad rural permitieron el funcionamiento del sistema hasta principios del siglo XX.

Caricatura sobre el fraude electoral. Análisis

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La caricatura permite analizar la perversión del sistema electoral durante la Restauración, único modo de imponer la alternancia política, aunque sea anterior a éste periodo, pues se publicó en la revista "La Carcajada" en 1872, durante la monarquía de Amadeo I. Ya entonces Sagasta, desde la presidencia del gobierno, procuró que los resultados electorales le otorgaran la mayoría en el parlamento. Esta práctica de la manipulación electoral, no fue "inventada" por la Restauración ni exclusiva de dicha época, aunque sí una de las características del régimen. 

Vemos en el dibujo una comitiva formada por numerosos personajes que representan de forma satírica los vicios del sistema electoral vigente:
  • La compra de votos se aprecia en la carretilla con la inscripción “votos al por mayor ”
  • El “pucherazo” representado en el urna ya llena de votos, preparados convenientemente antes de que se inicie la votación
  • El control que los alcaldes, como último eslabón de la cadena, tienen sobre los electores y que no dudan en ejercer a través de la Guardia Civil
  • Los partidarios de la oposición, maniatados y detenidos, aparecen tras la pancarta “electores que iban a votar”
  • Las coacciones y la violencia física están representados por los personajes con bastones y los lisiados que procesionan tras ellos
  • El ejército, como garante del sistema, marcha al final de la “procesión” de vicios.
  • Finalmente, Sagasta, sobre un embudo, es llevado a hombros por todos aquellos que se benefician del sistema y que le están agradecidos. El mismo embudo representa el filtro de los votos que, incluso tras concederse el sufragio universal masculino en 1890, eran manipulados. La violencia física y el control “legal” del proceso están simbolizados por las dos figuras que flanquean a Sagasta y su embudo.
El sistema canovista se basaba en la alternancia política de los dos partidos dinásticos, Liberal y Conservador. Sólo manteniendo dicha alternancia las cosas permanecían en su sitio. El éxito de Cánovas consistió en integrar a los ahora llamados Liberales (antes progresistas y demócratas) que, al participar del poder político, renunciaron a los pronunciamientos militares y la revolución como vía política. El único problema era que todo el aparato institucional era fraudulento, sacrificando la verdadera democracia.
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Cánovas renovó a la Unión Liberal, su partido, integrando en ella a los antiguos moderados para formar, todos juntos, el Partido Liberal Conservador, defensor del liberalismo doctrinario. Su ideología partía de la defensa de la soberanía compartida, el sufragio censitario y los intereses de la oligarquía. Pero, para el buen funcionamiento del sistema, era preciso contar con una oposición que colaborara en el mantenimiento del mismo, apoyara a la restaurada monarquía y compartiera el ejercicio del poder. Esa oposición estuvo representada por el Partido Liberal Fusionista, en el que Práxedes Mateo Sagasta agrupó a progresistas, demócratas y republicanos moderados. Heredaron de aquellos al defensa de los derechos y libertades, incluido el sufragio universal masculino y el laicismo.clip_image002
El turnismo, consagrado por el Pacto del Pardo (1885), a la muerte de Alfonso XII, preveía la alternancia pacífica de ambos partidos. Cuando el partido gobernante se desgastaba por el ejercicio del gobierno o por disensiones internas, el rey encargaba la formación de un nuevo gobierno al partido hasta ese momento en la oposición, a la vez que disolvía las Cortes. El nuevo gobierno organizaba las elecciones legislativas que siempre ganaba por amplia mayoría. Para hacer esto posible, desde el Ministerio de Gobernación se distribuía a los gobernadores provinciales la lista con los candidatos que debían salir elegidos en cada provincia (“encasillado”). A su vez, el gobernador debía hacer llegar a los caciques locales dichos listados y este, utilizando su capacidad de presión, conseguía los resultados apetecidos. Normalmente no necesitaba recurrir a la violencia, pues era suficiente su poder para otorgar beneficios a cambio de votos o para amañar los resultados (“pucherazo”). Solo las ciudades escapaban a esta red de clientelismo y corrupción, pues allí era más difícil la dependencia del cacique. Por eso el voto urbano, sobre todo desde que se estableció el sufragio universal en 1890, era considerado más fiel a la voluntad popular y fue en este medio donde los republicanos consiguieron representación. En el campo, por el contrario, el analfabetismo y la dependencia económica de una población muy pobre, hicieron posible el buen funcionamiento de todo el engranaje, supervisado por los ayuntamientos que, además de elaborar el censo, presidían las mesas electorales.
Los liberales, siempre más proclives a la concesión de libertades, concedieron el sufragio universal y la libertad de prensa, permitiendo el desarrollo de la crítica al sistema en los periódicos, como esta viñeta de la revista La Flaca.

2/2/09

Cambios sociales a finales del siglo XIX. Documentos

A la par que estas corrientes extranjeras arraigaban en la baja Andalucía, surgía en toda ella, por generación espontánea, un singular socialismo que encontró eco o nació, tal vez, con igual espontaneidad en otras regiones de España. Cuando se decretó la desamortización (…) los trabajadores del campo, que habían perdido su oportunidad de conseguir su bienestar (…) y cuya situación había empeorado con a pérdida de los aprovechamientos comunales, desearon una nueva desamortización a costa de quienes habían acumulado la tierra en sus manos y de los que la tenían en antiguo, de los nuevos ricos y de la nobleza (…).

Empezaba, por entonces, a circular por Andalucía la palabra socialismo, sin contenido determinado, como una vaga tendencia de pobres contra ricos; y en el nuevo vocablo (…) vertieron los ricos sus temores y los pobres sus anhelos. Y desde entonces, socialismo vino a significar para unos y para otros el reparto de la propiedad de los primeros entre los segundos…

J. Díaz del Moral. Hª de las agitaciones campesinas andaluzas.

El movimimiento obrero

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La tejedora de Joan Planellas. Análisis

Esta obra de Joan Planella refleja el mundo fabril que se desarrolló en Cataluña desde principios del siglo XIX. La escena representa el interior de una fábrica textil, donde una niña de corta edad maneja un telar mecánico, cuyo movimiento está representado con gran realismo por parte del pintor, adherido, precisamente a dicha corriente pictórica, el realismo, tan característica de finales del siglo XIX. No era frecuente, sin embargo, pintar a la clase obrera, pues era la burguesía quien encargaba retratos familiares y cuadros costumbristas.

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La mecanización transformó a los artesanos en obreros no cualificados, de cuya abundancia se derivaban sus duras condiciones laborales, con jornadas de hasta 14 horas sin más descanso que el dominical y con la constante amenaza del paro. La ausencia de cualquier cobertura social, como seguros de enfermedad, jubilación o desempleo, hacía depender totalmente a los trabajadores de su capacidad de trabajo. Las mujeres y los niños, como se ve en la pintura, suponían un importante porcentaje entre los trabajadores. Requeridos por los empresarios por su mayor docilidad, la habilidad de sus manos y el salario inferior (la mitad que el salario de un hombre), eran vistos por los varones como una competencia desleal, aunque necesitaban de sus salarios para completar la economía familiar, siempre precaria.

No eran menos duras sus condiciones de vida, hacinados en barrios de crecimiento espontáneo, sin ningún servicio (suministro de agua, alcantarillado, etc.) ni condiciones higiénicas, mal alimentados, sus tasas de mortalidad, sobre todo infantil, eran muy superiores a las de las clases medias y altas, con una esperanza media de vida que rondaba los 20 años (casi la mitad que para las clases altas).

Estas condiciones explican que surgiera entre el proletariado una conciencia social y que pronto manifestasen una organización para reivindicar mejoras. En su primera fase (1830/50), dichas reivindicaciones fueron meramente laborales, solicitando el derecho a asociarse para reclamar mejores salarios. También se produjeron estallidos violentos, como la reacción antimaquinista (ludismo) y las revueltas campesinas. Además, en estos años, con el retorno de los exiliados por Fernando VII, llegaron las ideas del socialismo utópico, que reclamaba mejores condiciones, dentro del capitalismo, para las clases bajas. A mediados de siglo (1850/68) los obreros tomaron conciencia de que solo la participación política mejoraría su situación. Así, se unieron a demócratas y republicanos para reivindicar el derecho de voto (sólo así sus intereses estarían representados en el Parlamento y se les tendría en cuenta al legislar). Su actuación fue decisiva en el triunfo, primero de la revuelta que posibilitó el Bienio Progresista y, después, de la Revolución del 68. Esa fecha marca el inicio de la tercera fase del movimiento obrero en España y su definitivo alejamiento de los partidos burgueses, por no representar sus intereses de clase. Se produce entonces la vinculación con el movimiento obrero internacional (AIT), a la que se unirán los españoles oficialmente en 1870. No obstante, pronto se dividirán en las dos corrientes obreristas del momento: anarquismo y marxismo. El primero será mayoritario en España, especialmente en Cataluña y Andalucía, mientras que el socialismo marxista prende en pequeños núcleos obreros de Madrid, Bilbao y Asturias.