14/12/09

El Manifiesto de Montecristi

El documento, conocido como Manifiesto de Montecristi por el lugar de la Republica Dominicana en que se firmó, recoge el pensamiento de José Martí, líder político de la independencia cubana y fundador del Partido Revolucionario Cubano, quien firma el documento conjuntamente con Máximo Gómez, el líder militar de una guerra que había estallado en febrero de ese mismo año, 1895, con el Grito de Baire, en la zona oriental de la isla.
Expone este fragmento que la guerra tiene como objetivos la libertad e independencia de Cuba, que se ha de constituir en democrática. Ofrece, en esa futura Cuba, libertad y respeto a la propiedad de los españoles, contra los que asegura el manifiesto no sentir ninguna animadversión; por el contrario, se muestra comprensión para el soldado español, sujeto a las quintas forzosas, y se hace una crítica al sistema político español, el de la Restauración.
La guerra de Cuba ya había vivido un primer episodio con la llamada “Guerra Larga” (1868-78), concluida con la Paz de Zanjón. El incumplimiento de lo pactado entonces, la dependencia política y económica de Cuba respecto a la metrópoli y los intereses geoestratégicos estadounidenses, encendieron de nuevo la mecha. José Martín, quien deseaba la construcción de una república independiente y democrática, murió en combate al poco de regresar de su exilio, siendo relevado por Máximo Gómez y Antonio Maceo. En España se intentó primero recurrir a los acuerdos, enviando a Martínez Campos, artífice de la Paz de Zanjón, pero al resultar ya imposible, su sustituto, el general Weyler, optó por la “guerra total”. Su dura actuación con la población civil aumentó los deseos de independencia y alentó la campaña internacional de desprestigio contra España, dirigida por la prensa de EEUU. La intervención de este país tras la voladura de su acorazado, el “Maine”, que declaró la guerra en abril de 1898, y las derrotas en las batallas navales de Cavite (Filipinas) y Santiago de Cuba, desembocaron en la pérdida para España de sus últimas posesiones ultramarinas por el Tratado de paz de París.

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